En los tiempos que corren muchos de vosotros utilizáis un PC para disfrutar de vuestros videojuegos favoritos. Casi siempre este se basa en el sistema Windows de Microsoft, por lo que le pedimos al conjunto que funcione de la mejor manera. En todo ello tienen un papel muy importante otros actores secundarios como sucede con las DirectX, por ejemplo.
Dependiendo de las exigencias del título que hayamos elegido y de la potencia del nuestro ordenador, disfrutaremos más o menos de la experiencia. Hay que tener muy en cuenta que los equipos más antiguos están limitados en cuanto a la ejecución de los juegos más actuales, por ejemplo. Pero al mismo tiempo estos suelen poner a nuestra disposición una buena cantidad de parámetros personalizables para adaptar su ejecución a nuestras necesidades.
Pero tal y como os comentamos antes, aquí también influyen en gran medida otros factores. En este sentido podemos mencionar el espacio en disco o memoria RAM disponible en ese momento, las funciones activas del propio Windows, o las librerías DirectX, entre otros. Os mencionamos este último caso porque es precisamente en el que nos queremos centrar en esta misma líneas. Y es que, al hablar de DirectX, en concreto nos referimos a una serie de librerías específicamente diseñadas para la mejora de aplicaciones multimedia y videojuegos.
De ahí precisamente y debido a su importancia, en el caso de que haya algún tipo de fallo en estas librerías,
Lo primero que nos vamos a encontrar es la información relativa al apartado gráfico de nuestro ordenador de manera bastante detallada. Al mismo tiempo en la parte superior de la interfaz nos encontramos con una serie de pestañas por las que nos podemos ir moviendo. En la parte inferior de cada una de las mismas, la propia herramienta nos expone los posibles problemas que haya encontrado con las librerías DirectX.
Estos fallos pueden hacer referencia a la representación gráfica, al sonido, o a los dispositivos de entrada que tengamos conectados.