El antivirus se ha convertido en una herramienta esencial para cualquier que se conecte a Internet. Gracias a él podemos estar protegidos de las, cada vez más frecuentes, amenazas que, en cualquier momento, pueden poner en jaque nuestra seguridad. Así, podemos navegar sin miedo a virus, troyanos, software espía, ransomware, y otras amenazas. Pero esta tranquilidad tiene un precio, y es que, mientras está en funcionamiento, el antivirus utiliza memoria y procesador, haciendo que el PC vaya lento. Por ello, es importante saber qué antivirus debemos elegir.
Casi siempre, a la hora de elegir un antivirus, solemos mirar mucho el nivel de protección que nos ofrece. Es decir, si es capaz de detectar y bloquear bien las amenazas, si su base de datos de actualiza a menudo, y si hace uso de funciones heurísticas y tiene una base de datos en la nube. Pero tan importante como la seguridad es el rendimiento. Y es que de poco sirve estar protegidos si el uso del ordenador se vuelve desesperante.
Los dos antivirus más lentos
Más o menos ocurre lo mismo con Total Defense, otro antivirus que peca de lo mismo que Windows Defender, haciendo que el ordenador vaya lento al comprimir, copiar archivos e instalar programas.
Instalar y abrir programas: los puntos más débiles
En mayor o medida, donde más suelen fallar los antivirus son en estas dos tareas. A la hora de instalar un programa, el software de seguridad debe analizar todos los archivos que forman parte de él para asegurarse de que no se copia nada que pueda ser peligroso. Y, a la hora de abrir programas, las funciones de análisis por comportamiento deciden si el software es de fiar o no. Generalmente, tras abrirlo por primera vez, pasa a una especie de «lista blanca» en la que ya no se analiza más hasta que haya algún cambio.
Malwarebytes, responder ante falsos positivos, o ESET si queremos proteger el PC y olvidarnos de todo lo demás.